Quizá sea el ser actor, lo que lo convierte en un hombre de contrastes. Por una parte habla de lo denso que puede llegar a ser el teatro, pero por otro lado se ilumina cuando cuenta de los títeres que fabrica con sus propias manos, de su pasión por el teatro para niños, de cuánto lo llena enseñar... David Mondacca tiene justamente la combinación perfecta que se necesita en un actor de peso. Y mientras transcurre la entrevista, van mostrándose las diferentes facetas del dramaturgo, director, productor y pedagogo que, por su larga trayectoria, ha establecido una corriente teatral en el país.
¡OH! ¿Sale satisfecho de esta última obra, que además piensa estrenar en Cochabamba?
Por la obra en sí, por supuesto, pero para un esfuerzo descomunal, con más de 20 personas en escena y otras detrás, nos han dando sólo dos días. El Teatro Municipal no se jerarquiza a sí mismo, supuestamente es uno de los pocos teatros construidos para cumplir esa función, pero se presentan peñas, grupos musicales a los que se les da cinco días de función y si mueven influencias les pueden dar más aún, así que nosotros, como teatro, nos sentimos huérfanos.
Muchos trabajos colectivos teatrales se han quedado en nada. Juntar el elenco de la Católica, de El Alto y mi grupo, en una obra reciente, significó reunir, religar, pero fueron sólo dos días. Fue un trabajo casi al agua. Ni hablar de recuperar lo invertido.
Y cada vez es más difícil.
Este año hemos peleado para que nos den esta temporada, nos la tenían que dar en agosto, pero a duras penas nos han dado dos días en octubre.
¡OH! ¿Vale la pena tanto esfuerzo?
Uno protesta mucho, no eres feliz, pero vale la pena. Esta es una frase de “El Vestidor”, una obra de Shakespeare que para mí es absolutamente válida.
¡OH! Leí en una entrevista que Ud., decía tener la suerte de ser uno de los pocos actores que podía vivir del teatro. ¿Esa afirmación se mantiene?
Mira, hace unos años había el famoso TIBO (Teatro Independiente Boliviano), y en ese entonces se calculaba que una docena de personas podían vivir del teatro. Creo que hoy son menos, pero no quiero averiguarlo. Acá cito a Facundo Cabral que dice “Cuando amas lo que haces, o haces lo que amas, la vida es una fiesta.” Felizmente, es duro, pero no me veo haciendo nada más y además ya es tarde para buscar otra cosa.
¡OH! ¿Es el teatro un riesgo? Y no hablemos sólo del dinero, sino de la influencia en el vivir, en el ser como persona...
Me seduce el teatro porque genera otra realidad. Tenesse Williams decía que hacia teatro porque mostraba la violencia de las relaciones humanas. A mí me seduce el teatro desde mi adolescencia porque el teatro era lo único que me confirmaba que yo existía, porque esta realidad me hacía sentir como viviendo una especie de adormecimiento y ese estado de alerta que debes tener en el escenario, me seducía. Yendo un poco más allá, todavía me encantan los personajes delirantes. Y acá te cito un poema de Bukowsky: “Siempre se me han acercado los locos, los de vidas rotas.” Y el teatro tal vez me da la dimensión real de la vida.
¡OH! ¿Cómo separarse o fundirse con los personajes?
Hasta hace poco yo, todavía con los bríos de la madurez, competía con mis personajes, quería buscar experiencias más fuertes que las de ellos. En ese sentido era un riesgo. Pero te confieso que últimamente estoy tranquilo, con una actitud muy mesurada hacia las cosas, porque también como que uno de pronto hurga universos muy densos. El caso de “Felipe Delgado” por ejemplo, es un terreno deleznable, que se hunde fácilmente. Pero también recuerdo aquello que dicen que cuando el Quijote recobra la razón, se muere.
¡OH! Ser actor en La Paz, dado el singular contexto de esta ciudad, debe marcar al actor de alguna forma...
Cuando me he alejado un tiempo de La Paz, aún al interior del país, he empezado a cuestionar mi profesión, pareciéndome una locura lo que hago, he empezado a perder el contacto. No sé si acá en La Paz es la densidad, lo mágico de las montañas o tal vez es que mi único modo de vivir es haciendo esto, este arte, donde involucro mucho de mi yo verdadero. Cuando he estado distante, he empezado a ver como extraño el hecho de hacer teatro. Aquí entiendo por qué hago teatro. No tendría otro modo de vivir. Afuera me he sentido como huérfano de algo, no sé de qué… Yo vivo del teatro, y sentirme así me ha dado miedo. Además estos mundos densos de La Paz no son extraños para mí porque me he criado en ellos. Y durante la adolescencia, donde uno está ávido de experiencias, creo que me he reventado con todo. Un director me decía que la única forma de ser actor es a través del sufrimiento.
¡OH! ¿Cómo es el público boliviano, cómo se diferencia entre sí?
El paceño es un tanto huraño, le cuesta romper la línea divisoria, cuando se emociona mucho lo hace, pero le cuesta. El cochabambino es mucho más afable, más espontáneo, y ni qué decir del oriental que es más expresivo todavía. El paceño es difícil y peca de solemne
¡OH! Cuando me hablaba de que ahora toma las cosas de manera más mesurada, no quería decir que está resignado a ciertas circunstancias ¿Verdad?
Quiere decir que he tenido problemas de salud. El teatro es muy fuerte. Yo ya tengo 56 años y a veces me olvido de eso, y los excesos, el trasnoche, y aunque hay un rigor, se hace costumbre vivir de modo exaltado. Y es una búsqueda interesante. Pero a cierta edad he tenido problemas de salud, mi conflicto de siempre es nervioso, por estrés, he tenido laberintitis e inflamación de las vértebras y sé que ahora debo cuidarme. Por ejemplo para hacer la obra “Eureka” tengo que estar en perfecto estado de salud porque es un desgaste muy fuerte. Para “Felipe Delgado” he bajado 10 kilos. El subir y bajar de La Paz a El Alto a diario, etc., no es fácil.
¡OH! ¿Cómo hace para interponer su yo ante personajes densos y problemáticos?
Yo me río mucho. Un poeta me dijo un día que odiaba a los fanáticos, a los que habían hecho de Jaime Saénz un culto. Yo le dije que yo era un fanático porque si lo fuera, no habría podido hacer la obra. Saénz es muy denso, muy fuerte. A veces hay personalidades tan fuertes que te absorben y uno puede ser el primero en quemarse. Más bien he logrado mantenerme distante.
El escenario es un lugar donde si entras a proyectarte tú como persona se hace muy peligroso, porque es el primero que te va a decir que la belleza es efímera, que somos efímeros en la vida. La condición del actor es entrar al escenario como a un rito, con respeto. Te vuelves animista haciendo teatro, le das vida a las cosas porque ensayas con ellas. Tienes que entrar despojado, esa es la condición. Y de ahí que los actores mayores son supersticiosos. Yo a esta edad creo en todo. Sé que puede estar todo perfecto pero va a ocurrir algo, por eso la importancia de ser humilde, de respetar el ritual, el escenario.
Perfil
David Mondacca
David Mondacca (8 de septiembre de 1955, La Paz), es uno de los referentes de las artes escénicas del país por su trayectoria con reconocimiento internacional. Actor, director y dramaturgo, se inició en el mundo de las tablas en 1973. En 1994 ganó el concurso “Raúl Salmón de la Barra” en La Paz como Mejor Director y Mejor Actor Secundario con la obra “Atropos” de Wilder Cervantes. En 1993, 1998 y 2004, recibe el Premio Nacional de Teatro Peter Travesí Canedo con las obras: “Eureka”, “No le digas…” y “De madera hermano de madera…” El 2000 recibe el premio “Kusillo” a la Mejor Trayectoria Teatral en el Festival Internacional de Teatro FITAZ en La Paz - Bolivia. En el 2004 obtuvo la nominación como Embajador Mundial de Teatro de los Temporales Teatrales de Puerto Montt (Chile) y en el 2010, recibe el Premio Galvano en el Festival Internacional de Teatro ZicoSur Pedro de la Barra, en Antofagasta (Chile). “El santo cuerno” una obra sobre la vida de los lustrabotas de La Paz, le valió al actor y director David Mondacca el primer lugar en el III Concurso Adolfo Costa Du Rels de escritura dramática.
Recientemente puso en escena la obra “Aparapita”, una adaptación de los primeros cinco capítulos de “Felipe Delgado”, una de las más significativas e importantes novelas bolivianas que fue escrita por Jaime Saenz. (Con datos de Wikipedia y montículo.com)
"Queda un sabor de amargura porque somos de La Paz, trabajamos acá, y de pronto es la ciudad donde menos cabida tenemos"
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