Salvatierra presenta obras al óleo de diversa temática, principalmente de niños campesinos, paisajes rurales y escenas de la vida cotidiana del campo.
Algunos de los títulos de las obras son “Sonrisa de niña”, “Alma curiosa” y “Flores del Cardosanto”.
Afirmó que una parte de los cuadros corresponde a su labor de hace años, en tanto que otros fueron logrados recientemente en diferentes zonas vallunas.
Señaló que en este momento de su trayectoria experimenta con el uso de colores fuertes y puros para realzar las temáticas que pinta.
TRAYECTORIA Ruperto Salvatierra, hijo de agricultores acomodados de la localidad de Chávez Rancho, nació el 27 de marzo de 1950 en la provincia Cercado de la ciudad de Cochabamba.
La obra de Ruperto Salvatierra es reconocida en las principales ciudades del país, así como también en capitales extranjeras, donde realizó innumerables muestras individuales y colectivas.
La Academia de Bellas Artes de Cochabamba no dejó una huella muy honda en el pintor, salvo por el aprendizaje de las técnicas básicas de la pintura, por lo que Salvatierra afirma que es un autodidacta y no reconoce influencias, según comenta la crítica de arte Martha Urquidi Anaya.
El artista pinta siempre a plena naturaleza, a cielo abierto los más pintorescos rincones del valle cochabambino, y sus modelos preferidos serán los pobladores rurales, hombres, mujeres y preferentemente niños, a los que pinta rebosantes de vida, expresando la belleza de la raza andina, con sus atuendos peculiares.
Ha cultivado con maestría todas las técnicas, pero la que ha preferido sobre todas es el óleo.
También dibujante, sus dibujos y esbozos a tinta, lápiz y carboncillo llegan a centenares, y varios de ellos han sido expuestos junto a sus pinturas.
En cuanto a estilo, su pintura ha sido fiel al naturalismo, aunque ha incursionado también ocasionalmente en el expresionismo e impresionismo.
“Ruperto Salvatierra, hombre tan arraigado a su tierra, tan empecinado en defender sus valores culturales donde su autenticidad se manifiesta, elocuente, su obra general es el precipitado de una actitud visceral, patológica —en el mejor sentido— (recordemos que el amor suele ser una buena enfermedad) su diagnóstico artístico es irreversible y naturalmente, lo será hasta la muerte”, señala el crítico Ronald Martínez sobre el trabajo del artista.
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