Marina Núñez del Prado, Cecilio Guzmán de Rojas, Arturo Borda, Juan Rimsa son artistas que empujaron con sus creaciones y tendencias el destino del arte pictórico y escultórico boliviano en la primera mitad del siglo XX. Esta época con representaciones cargadas de tintes indigenistas que tienen sus propios salones en el recorrido del primer piso del Museo Nacional de Arte.
El siglo XIX había dejado una línea artística compenetrada por las corrientes europeas, que promovió la labor de autores extranjeros en el país y la importación de sus obras, como pasó en la escultura. Y fue la preocupación por el renacimiento de este campo la que permitió la irrupción de una generación que en 1926 fundó la Academia Nacional de Bellas Artes “Hernando Siles”, en La Paz. Así nacieron los primeros artistas formados en Bolivia.
Con ello, la escultura resucitó de la mano de Núñez del Prado, Emiliano Luján o Hugo Almaraz. Y la pintura también tuvo su giro de timón, con una tendencia endógena impulsada por un artista potosino que dirigió la academia de entonces: Cecilio Guzmán de Rojas. Fue él quien irradió el indigenismo entre colegas y discípulos. Esta corriente sedujo a Núñez del Prado o a Rimsa, que se apropiaron de ella y la enrumbaron con su sello personal.
La temática indigenista se tradujo en óleos, esculturas, grabados y otras artes. Con este boom surgieron otros maestros cuyas obras también se conservan en este repositorio: como el paceño Humberto Bedregal, que reivindicó lo indígena y lo inca; Genaro Ibáñez, un maestro del grabado; Mario Unzueta, un paisajista de los valles, o Raúl G. Prada, Víctor Arce Góngora, Hernán Larraín y otros.
Otro líder emblemático de este arte indigenista fue Jorge de la Reza. Uno que brindó polémica fue Armodio Tamayo, el hijo del poeta Franz Tamayo, que enalteció el apego a la realidad, prescindiendo de la estilización propia de Guzmán de Rojas y sus seguidores. Así, estuvieron dados los pasos para el surgimiento de nuevas tendencias en el arte boliviano, las de la segunda mitad del siglo XX.
Guzmán de Rojas, el pionero
Fue el pionero de la corriente indigenista. Nacido en Potosí, en 1899, falleció en la urbe paceña en 1950. Sus estudios los realizó en España y Francia. Tal como señala su biografía expuesta en el museo, su obra exalta el mundo y los rasgos indígenas, caracterizada por la estilización de las formas. Ello se traduce también en los “ritmos angulantes” en la composición, en especial en la representación de los paisajes andinos y las montañas de La Paz.
Este artista identificó la ausencia de la perspectiva atmosférica, debido a la intensidad de la luz y la poca concentración de oxígeno en la altura paceña, a la que Guzmán de Rojas llamó “calidadismo” y que representó en horizontes de colores brillantes y saturados. Practicó la pintura al óleo, el grabado en metal y la acuarela, entre otras técnicas. Y en sus últimos años descubrió una basada en reacciones químicas resultantes de la mezcla de diversos elementos orgánicos, que llamó “coagulatoria”.
Núñez del Prado, la mujer escultora
Marina Núñez del Prado nació en La Paz en 1908. Fue una de las pioneras del renacimiento escultórico en el siglo XX. Trabajó principalmente con granito negro, alabastro, basalto, ónix blanco y con maderas nativas. Su obra se caracteriza por figuras pesadas pero con muchas curvas y sensualidad, así como estilizados cuerpos femeninos.
Estudió en la Academia Nacional de Bellas Artes, de donde se graduó en 1930. Allí compartió con Cecilio Guzmán de Rojas, quien afianzó en su espíritu artístico el interés por lo indígena, temática que marcó la primera etapa de su producción y que le permitió construir un lenguaje escultórico contemporáneo que represente al paisaje, al hombre y la mujer andinos. Rompió tabúes al ingresar en el mundo de las artes plásticas, dominado en su tiempo por los varones. Falleció en Perú, en 1995.
Borda, el artista simbolista
Arturo Borda nació y murió en La Paz, en 1883 y 1953, respectivamente. Fue un artista autodidacta que halló su vocación por el dibujo a los 16 años. Pintor, retratista, paisajista, literato, figura del teatro, del movimiento cinematográfico y activista político vinculado al anarquismo, sus primeros trabajos plásticos fueron retratos y paisajes de tono desenfrenado y modernista. Fue un autor incomprendido en el país, que incluso fue víctima de la censura, por lo cual obtuvo más reconocimiento en el extranjero.
Su obra es muy apreciada por dos rasgos: su expresividad y carácter simbolista, con el realce de elementos locales con los que marcó vanguardia, además de reflejar y cuestionar a la sociedad de su época. Dos elementos recurrentes en su lenguaje pictórico son la kantuta y el cerro Illimani, del que decía que es símbolo fundamental de todos los paceños. Su serie de libros El loco, que fue publicada después de su muerte, es considerada una de las valiosas piezas cumbre de la literatura boliviana.
Rimsa, el lituano boliviano
Nació en Lituania, pero fue un boliviano más desde su llegada en los años 30. Juan Rimsa (1903-1978) trabajó en La Paz, Sucre y Potosí, enseñó en la Academia Nacional de Bellas Artes, abrió el Taller Superior de Pintura durante su estancia hasta 1950. Según el crítico Harold Suárez, fue un maestro que en sus inicios estuvo ligado al expresionismo alemán y que finalmente se decantó en una neofiguración expresionista que no pretendía representar la visión inminente, sino que interpretaba a su parecer lo visto para acrecentar la impresión y al mismo tiempo elevar sus sentimientos como artista.
Estilizó e idealizó más la figuración indigenista que impuso su colega y amigo Cecilio Guzmán de Rojas, ya que además de alargar sus personajes representados, les dotó de mayor movimiento, color y plasticidad. Manejó como pocos la técnica del claroscuro. Recibió el Cóndor de los Andes.
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