En el ambiente resaltan las figuras de gobernantes como el mariscal
Andrés de Santa Cruz y Calahumana (1829-1839), José María Linares Lizarazu (1857-1861), el militar Agustín Morales Hernández (1871-1872) o el general Hilarión Daza Groselle (1876-1879). Hay, también, episodios románticos en grabados, como la victoria de José Ballivián en Ingavi, en 1841, ante las huestes peruanas de Agustín Gamarra. Los recientes habitantes del lugar son dos óleos que tienen como personajes al Mariscal de Zepita, el ideólogo de la fallida Confederación Perú-Boliviana, y a su esposa, la peruana Francine Cernadas de Santa Cruz, ambos pintados por Eugene Boudin. Estas obras se hallan a merced de los visitantes tras haber sido devueltas por el Ministerio de Relaciones Exteriores.
Otros personajes ilustres representados son el vicepresidente Lucio Pérez Velasco, el general Gonzalo Lanza; damas como Engracia Lanza de Salinas o la señora Slinder. Incluso está el retrato de la que es llamada La Monalisa del museo: doña María Joaquina Costas y Gandarías, la potosina que dijo haber sido amante y madre de un hijo del libertador Simón Bolívar.
Política y uniformes
Estos retratos respiran la influencia europea de la monarquía de entonces. El modelo academicista se impuso en Bolivia a pesar de no existir academias de Bellas Artes, algo alimentado por la inestabilidad política y los gobiernos caudillistas. Pero se dio el fenómeno de artistas viajeros como el austriaco Martín Drexel o el francés Eugene Boudin, que difundieron su arte al visitar las nuevas repúblicas independientes e inmortalizar a sus personajes ilustres.
Otra pieza que realza por su historia tras bambalinas es la que se refiere al presidente Agustín Morales y su edecán de confianza, Federico Lafaye. La creación del chuquisaqueño Manuel Pereira muestra al llamado “valiente entre los valientes”, por sus proezas en los combates de la Confederación Perú-Boliviana, con un sable que es sujetado por su mano izquierda y al lado de su asesino, su propio sobrino.
Una mala noticia para este salón es que la donación de la espada de Morales quedó trunca, al igual que el de un uniforme militar de la época. Pero, el museo estrena un fino traje oscuro de una dama del siglo XIX y la administración ha iniciado la búsqueda de un traje de chola del siglo XVIII para documentar aún más el sitio.
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