La noche estaba fría, la gente llegaba a la parada del minibús y se montaba en el primer carro vacío que pasaba. Pero Lucas, de 20 años y vestido de negro, no parecía tener prisa. Se mostraba preocupado por otras cosas, su mirada buscaba algo, quizás una marca que lo identificara.
Minutos después apareció su amigo Lucho (23) y le hizo una señal. Sacó la mano del bolsillo y simuló escribir algo con la punta del dedo índice sobre el aviso luminoso de la parada. Lucas se percató de aquellas señales y, discretamente, mostró a Lucho una lata que llevaba en el bolsillo.
El contacto estaba hecho. Horas más tarde, la ciudad seguía su ritmo vital mientras un grupo de grafiteros, reunidos en círculo, hablaban de sus hazañas, de los lugares donde escribían y de sus encuentros con miembros de la Policía, quienes les prohíben enfáticamente exhibir su arte.
“Sin riesgo no hay aventura” es un lema conocido entre los jóvenes grafiteros, o escritores, como prefieren que los llamen.
Este resurgimiento del grafiti como arte urbano rescata el significado de la calle como espacio de intercambio comunicativo. “La calle es de todos y los grafiteros lo saben”, sostiene Dante (24).
DE LA LATA A LA PARED ¿Arte o vandalismo? una interrogante que aún no se esclarece. Para muchos, el grafiti es una manifestación de arte urbano, mientras que otros lo satanizan y lo condenan debido al mal aspecto que causa al paisaje citadino.
Comprender este fenómeno cultural es importante para saber cómo controlar las “pintas”, ahora tipificadas como delito bajo el nombre de contaminación visual. La realidad es que en el país las oportunidades de estos jóvenes para expresarse son prácticamente nulas.
GRAFITEROS, UNA SUBCULTURA. Por lo general, los maestros de este arte (aquéllos con años de experiencia) tienen un protegido o “hermano menor”, o un grupo de ellos, para enseñarles lo que saben sobre el grafiti. La estructura de los grupos de estos escritores es bastante informal y carece de jerarquía. En las villas paceñas hay un fuerte movimiento de grafiteros que combinan sus actividades pictóricas con la moda hip hop, el rap y el break dance. Mediante el consenso, los grupos eligen un nombre para ser identificados, luego, entre todos, y con pintura en mano, se encargan de difundir sus tags (rúbricas) personales junto con la marca de la banda. Aunque predominan los varones, también hay mujeres en las filas de estas agrupaciones.
Para entender más sobre el mundo de los grafiteros, Armando Tacubayo cuenta que existen siete valores para pintar las paredes. La marginalidad, porque a través de los grafiti se expresan los mensajes que no entran en los circuitos comerciales de comunicación. El anonimato, los mensajes mantienen en reserva su autoría.
La espontaneidad, responden a un momento con frecuencia imprevisto. La escenicidad, el lugar elegido, el diseño empleado, los materiales, los colores, son concebidos como estrategias para causar impacto. La velocidad, los grafiti se plasman en el mínimo de tiempo posible por razones de seguridad. La precariedad, los medios usados son de bajo costo; y la fugacidad, la vida de los grafiti no está garantizada y pueden desaparecer o ser modificados en poco tiempo.
No cabe duda de que el grafiti como acontecimiento de comunicación marginal, anónimo y colectivo ha incrementado en las últimas décadas y gana legitimidad como otra forma de expresión artística.
Nacimiento de un estilo de vida
El origen de este tipo de grafiti se remonta a finales de los años setenta en Nueva York, cuando un grupo de jóvenes comenzó a pintar sus nombres en los vagones y estaciones del metro de la ciudad.
Según aseguran los conocedores, el primer grafitero fue un joven llamado Demetrius, quien empezó a escribir su apodo, TAKI, y el número de su casa, 138, en las paredes, plazas y vagones del metro en la zona de Manhattan.
En Bolivia existen varios grupos que se dedican a este arte urbano y moderno con la misma entrega que un pintor a sus lienzos.
“Nuestro arte refleja la identidad de muchos de nosotros”
Carlos Esteban, quien prefiere que lo llamen Ke, manifiesta que “el objetivo principal de estos grafiti es dejarse ver, es decir, hacer que tu nombre aparezca por todos lados: en la pared, en el puesto de la caserita, en la parada del minibús, que es lo más usual”.
Esa “incontinencia gráfica” que padecen los grafiteros es lo que diferencia este tipo de expresión de otras formas de escritura mural. Lo característico de estas pintadas es la necesidad de difundir tu nombre, de “ponerlo a correr”, como dice Ke. Aunque el estilo y la técnica son valorados entre los escritores, el grafiti no sirve de nada si no se es capaz de poner la firma en la mayor cantidad de lugares posible.
“LO HACEMOS POR SEGURIDAD”. MC, un grafitero de 23 años, explica que “mucha gente se encuentra segura y a gusto cuando escribe su nombre. Tenemos la sensación de afianzarnos, de identificarnos con nosotros mismos. Cuanto más escribes tu nombre, más piensas en ti y comprendes cómo eres. En cuanto empiezas a hacerlo, te reafirmas como individuo, tienes identidad”.
Las pintadas en las paredes son una respuesta de los adolescentes a las presiones y a las altas expectativas que la sociedad tiene sobre ellos, así lo manifiesta Carlos (Tacubayo). El arte callejero les ofrece esa posibilidad de liberación, esa capacidad personal de crear cultura, y es que para un adolescente es suficiente recompensa la sensación de adrenalina que produce transgredir las convenciones sociales.
La mayoría de estos muchachos son personas que viven el día a día, todo depende de cómo ellos ven el mundo que les rodea. “No hay aventura si no hay riesgo. Por eso, cuando cualquier cosa puede pasar, sólo dependes de tu velocidad. Te acompaña algo tan aleatorio como la suerte, no hay pasado ni futuro, sólo un presente apasionante”.
El grafiti, filosofía no realizada
El diseñador gráfico Hugo Salazar califica a estas expresiones como “vandalismo de juventud rebelde” sin espacios donde exponer su arte.
“Para estos jóvenes no tiene nada que ver el color, no tiene sentido lo que escriben, sólo lo escriben”.
Comenta que en Bolivia todavía no existen grupos de expresión que difundan su arte como tal, lo contrario sucede en Argentina, donde perciben al grafiti como una filosofía de estética para emitir mensajes sociales.
Sin duda alguna, esta moda, como la denomina, se extendió entre los adolescentes de los barrios pobres en Estados Unidos, y se conectó con la música rap y el break dance para crear el hip hop.
Muestras de expresión que quedan en el anonimato
Según el sociólogo Alfredo Balboa, los grafiti pueden ser considerados como una manera de expresar algo o para demarcar territorios.
Estas expresiones se deben a comportamientos episódicos en ciertas etapas de la juventud, y si bien algunos de estos jóvenes son pandilleros, otros tienen ciertas características de ascenso social simbólico para demostrar que son diferentes a los demás.
“Este tipo de expresión refleja un contexto social, las situaciones en las que viven muchos de ellos, la manera en que son excluidos de la sociedad a causa del grupo social al que pertenecen”.
Otra de las causas es la situación de conflicto que estos grupos tienen con las autoridades (padres, policías y otros) quienes, según los jóvenes, quieren imponerles reglas.
Los grupos involucrados en los grafiti están en un centro de dos definiciones de arte, porque son gente competitiva que no sólo se expresa en las paredes, sino también hace baile y otras actividades. Sin embargo, la práctica puede ser considerada como vandálica porque compensan vacíos que sus autores tienen con la sociedad.
Hace algunos años se habló de un proyecto para brindar a los grafiteros espacios para pintar, pero la moneda todavía sigue en el aire. No todos tienen las mismas intenciones, también hay muchos grupos jóvenes que por falta de conocimiento rayan las paredes sin sentido, eso no es arte ni una forma de expresión, “hace quedar mal a los verdaderos grafiteros”, comenta Dante, quienes pretenden demostrar su habilidad con las manos.
Para destacar
Estilos. Los modelos de letras más usados son el 3D y la letra salvaje, que es ilegible.
Inicios. La mayoría de estos jóvenes comienzan con la ayuda de sus maestros a sus 13 años.
Grafiti. De la palabra italiana graffiti, empleada para describir diferentes tipos de escritura mural.
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