domingo, 8 de octubre de 2017

Ciudad con vocación teatral



La cultura es la vida misma y la indiferencia ante el arte y la cultura transforma a los pueblos, se pierde el control sobre la propia imaginación y con ello se pierde la percepción y la elaboración profunda de la realidad. El arte y la cultura traducen la necesidad de explicarse la vida, la necesidad de dignificarla, de sentir que uno se convierte en lo que realmente es y, por último, al final la necesidad de sentir que uno fue algo más que un soplo, algo más que un estremecimiento breve”, explicó Nissim Sharim en su ponencia en el seminario El teatro que América necesita en El Festival Internacional de Santa Cruz (Fitcruz 1999).

Cada día ante la sorpresa de propios y extraños, esta ciudad ubicada en el oriente boliviano atrae a más y más artistas vinculados al teatro. Son varios factores que podemos enunciar para comprender el fenómeno teatral cruceño, empezando por la permanencia y éxito del Fitcruz, desde 2007 hasta la fecha, la fundación de la Escuela Nacional de Teatro, la reciente aparición del Festival de Teatro de Autor, los crecientes festivales colegiales, universitarios y de los pueblos en las provincias; así como la sorprendente existencia de más de 40 elencos independientes, cifra extraída del último día mundial del teatro, fecha en la que los grupos locales exponen sus trabajos y proyectos en estands públicos en la plaza Manzana Uno.

Santa Cruz es uno de los escenarios con mayor poder de convocatoria del país, artistas de talla mundial visitan con bastante regularidad la ciudad de los anillos, desde Shakira hasta El Cigala, pasando por Julio Bocca e Iñaki Urlezaga, el Ballet de Kiev y hasta magos de Las Vegas han visitado Santa Cruz con volteos de taquilla. En materia de teatro, es un poco más modesto el panorama, pero aun así notable. Considerando la aparición del Fitcruz como un hito, podemos decir que en los últimos 20 años existe una notable diferencia en el ámbito teatral cruceño, con una mayor cantidad de salas independientes que luchan —mejor dicho luchamos— por sostener una cartelera permanente, que dé abasto con el potencial público cruceño; actores y directores con mayor experiencia y calidad en sus trabajos, mejor cobertura de algunos medios de comunicación y la actual posibilidad de anunciar los espectáculos a través de redes sociales como Facebook.

¿Por qué sucede este fenómeno? ¿Por qué no ha pasado lo mismo en otras ciudades? Me atrevo a suponer que es un cúmulo de factores, entre geográficos y culturales. La ciudad de Santa Cruz tiene de alguna forma una predisposición para el teatro, ese teatro que nació de los ritos de la Grecia antigua, ese teatro que es orgánico y que se siente primero en la piel y las tripas antes que en el intelecto. Un pueblo que carnavalea no por devoción religiosa, si no por el placer que da el olvidarse, por un par de días, de las jerarquías y el orden social establecido; que tiene decenas de reinas para ficticios reinados que todos “juegan” a creer que son reales. Con niños que, hasta no hace poco, creían en duendes, carretones y viudas fantasma. Y la noche, esa cálida noche que —casi todo el año— invita a no quedarse en casa y salir en busca de algún entretenimiento. Y si la alegría es así de impetuosa, también lo es la tristeza, funerales, despedidas y separaciones son tema de verdaderas puestas en escena que surgen naturalmente del alma oriental. Gente de risa fácil y sincera, que tiene la habilidad de reírse de sí misma. No me digan que no es la ciudad perfecta para hacer germinar las semillas de Talía y Melpómene. Ante este panorama surge la pregunta: ¿qué hace el Estado para aprovechar el ímpetu natural de esta ciudad? Hasta la fecha ningún gobierno estatal, departamental ni municipal, ha logrado construir una red de teatros que proporcione a su pueblo un verdadero disfrute de las artes escénicas. Mientras nuestros gobernantes no vean a la cultura como una inversión, los hacedores del arte seguiremos andando cojos.


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