miércoles, 22 de marzo de 2017

Abigail Villafán Ramírez/// La joven actriz y directora teatral del proyecto mARTadero

Conocí a parte de Abigail Villafán (solo ella llegó a la totalidad) el año pasado, después de la presentación de “Llora mi cuerpo y no hay palabras”, a cargo del elenco teatral del proyecto mARTadero. Hinchada de orgullo, felicité a mi gran amiga, Gabriela Nogales, por su fantástica actuación, y le pedí que me señalara a la persona responsable de tal puesta en escena.

Mis prejuiciosos ojos buscaban a un maduro dramaturgo atormentado, de gafas gruesas, saco de pana y peinado excéntrico; pero encontraron a Abigail Villafán, una sencilla y serena egresada de Medicina y directora de teatro de 23 años, que parecían 18, la edad que tenía cuando dejó

de ver al teatro como un hobby, para convertirse

en un oficio apasionante.

¿Cómo empezó este vínculo? Según ella, casi como producto de la casualidad. La primera vez que vio una obra, con solo 14 años. “Me dije ‘Yo quiero hacer esto’, me veía haciéndolo”, recuerda Villafán, para quien el nuevo entorno la inspiró en un viaje interior.

“Me conocí haciendo teatro (...) antes, era una persona que vivía su vida sin mirarse ni mirar su entorno; ahora, me miro en mi realidad, reflexiono, y tengo la necesidad de decir muchas cosas, y la vía que encontré para esto fue el teatro”, explica.

A la par de descubrirse como ser social, Villafán exploró una forma más exigente y comprometida de darse al arte. “Me percaté de que había un grupo de artistas locales que trabajaban a ‘tiempo completo’ en teatro; me acerqué a ellos a través de talleres o viendo sus obras”, rememora Abigail, agradecida con estos primeros maestros por contagiarle su pasión por la actuación y, de alguna manera, guiarla en su transición hacia la dirección, esfera que ahora ocupa casi todas sus escasas horas libres. “No me dedico solo a hacer teatro, comparto mi oficio teatral con mi oficio médico, ambas experiencias me han sido necesarias”, indica Abigail, quien asiste a presentaciones, talleres y ensayos “cuando puede”, para ella estas tareas son parte de su carrera, de su vidas.

“[Hay] personas que ven el oficio como algo fácil de hacer, y eso le quita mucho del gran valor que tiene esta actividad y le juega en contra al rubro”, reflexiona con tristeza.

EN NUESTRO PAÍS

Si ser médico, maestro, abogado o ingeniero ya es difícil aquí, tener al teatro como profesión no debe ser menos ingrato. “Tenemos muy pocas políticas estatales que amparen y apoyen el oficio, por donde lo mires estamos en desventaja”, observa.

Son estas adversas circunstancias las que, como ha visto tantas veces, empujan a talentos jóvenes, por factores económicos y de tiempo, a abandonar el teatro. “Eso siempre me apena. Me gustaría decirles que eso es a lo que nos enfrentamos aquí, y hay que tener voluntades de hierro. Los que estamos acá haciendo teatro tenemos mucho por hacer, y eso es maravilloso. Personalmente no me desanima, me alienta, Bolivia es un país culturalmente poderoso”, afirma.

Sí, para dedicarse al teatro en nuestro país, sin morir en el intento, hay que ser optimista, y tener ejemplos a seguir. Para Abigail son figuras nacionales como Claudia Eid, Jorge Alaniz, Diego Aramburo, Lia Michel, Patricia García, Alejandro Marañón, Winner Zeballos, Laura Derpic, Mauricio Toledo, Camila Urioste, Paola Oña, por nombrar algunos.

PRÓXIMOS PROYECTOS

“Estamos preparándonos para las temporadas de teatro 2017 con La Mala-Teatro. Presentaremos tres obras, entre marzo y abril”, cuenta Villafán, quien además se encuentra montando la obra “Necesitados”

–texto propio, junto a un grupo llamado ‘Escena visceral’– y una nueva pieza, con el elenco del mARTadero, proyectos que se estrenarán en junio.

¿El público local les dará oportunidad? Contagiada por la energía de Abigail, quiero creer que sí.

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