jueves, 30 de julio de 2015

Orquesta Vivaldi dio un concierto de ensueño



Ya de entrada, antes del inicio del concierto de la orquesta “Vivaldi”, el escuchar los sones de los ensayos de los jóvenes que la integran, provocaban una agradable impresión y curiosidad.

Minutos después, con la entrada de su director Laurent Astruc comenzó una noche memorable para el público que asistió al auditorio del Patio del Cabildo.
La velada comenzó con los sones de Paladium de Karl Jenkins interpretado por el sector de cuerdas que ya hacía prever que sería una noche de música perfectamente ejecutada por los muchachos que le pusieron toda su pasión para lograr un acabado respetable que hipnotizó al público presente.
Violines, violas, cellos y un contrabajo se unieron para formar un conjunto musical que logró hacer una arrobadora entrada que se fue desenvolviendo de manera fluida en las manos de esos chicos que ya poseen una madurez interpretativa expresada en la impecable ejecución del Capriccio Español, arreglado para estos instrumentos.
Con la seriedad que impone el sobrio atuendo negro de todos los integrantes del grupo orquestal, la noche se fue llenando de notas que provocaron el deleite íntimo de los presentes, en su mayoría un público adulto, pero también de jóvenes estudiantes de música que siguieron con atención cada movimiento de los intérpretes.
Luego de cada tema los aplausos fueron en aumento. Llegó el turno del ‘O sole mio, tocado con tanta pasión que logró la emoción del público hasta las lágrimas y ya no quedaba más que decir.
Fuera de programa, la interpretación del tango de Carlos Gardel “Por una cabeza” transportó a los presentes a una de esas tardes domingueras de turf (carrera de caballos) en la pretérita Buenos Aires. Después, el tema de la película “La Lista de Schindler” de John Williams ejecutado por el solista Julio David Sánchez evocó esas dolorosas escenas de niños maltratados en campos de concentración nazis.
Finalmente, como ningún sueño puede ser eterno, la noche culminó con una suite española de Ernesto Lecuona en la que vientos y cuerdas evocaron al alma andaluza de esta tierra a orillas del Guadalquivir.

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