domingo, 14 de diciembre de 2014

Museo de Guaqui. Historia y sonidos de locomotora

Una réplica de la antigua locomotora Illampu se yergue sobre una de las jardineras de la avenida principal de Guaqui, municipio paceño. Es una muestra del pasado ligado al primer puerto internacional de Bolivia y a una estación donde llegaban los minerales que iban a ser exportados a la lejana Europa.

A finales del siglo XX, como consecuencia de la capitalización de empresas estatales y de una inundación, el puerto paralizó sus actividades, los trenes dejaron de llegar con materia prima y la estación se convirtió en un lugar abandonado. No obstante, como parte del fomento del turismo interno y externo, la estación, que estaba desolada y casi en ruinas, fue transformada en el Circuito y Complejo Turístico, Ecológico, Museográfico, Ferroviario y Lacustre en Guaqui – Lago Titicaca (Museo de Culturas Históricas, Contemporáneas, Fiestas y Ceremonias), inaugurado el 13 de noviembre de este año.

Este complejo cuenta con cuatro espacios: uno destinado a la historia de las culturas que rodearon el Lago Sagrado, otro que refleja la vida cotidiana y la cultura contemporánea, otra sala muestra las fiestas y ceremonias que se realizan en la zona lacustre y, finalmente, la maestranza que alberga locomotoras de principios del siglo pasado. La historia de Guaqui —ubicado a 91 kilómetros de la ciudad de La Paz, a una altura de 3.811 metros sobre el nivel del mar— se remonta al periodo precerámico (10.000 – 2.000 a.C.), pues se encontraron piezas líticas que al parecer pertenecieron a grupos que se asentaron a orillas del lago Titicaca. Toda esta zona está influida por la cultura tiwanacota y por los pacajes. Con la llegada de los españoles al continente americano, los territorios indígenas pasaron a manos de los conquistadores. Durante esta fase crearon ciudades como Oruro y La Paz, además de espacios estratégicos por donde trajinaban los comerciantes de la Colonia. Esta medida hizo que muchos tambos incas se transformasen en coloniales. Uno de esos tambos es Guaqui. Durante la guerra de Independencia, en esta región se desarrolló una batalla que lleva su nombre (1811), en la que el Ejército realista, comandado por José Manuel de Goyeneche, derrotó a las tropas del Primer Ejército Auxiliar, dirigido por Juan José Castelli. Por ello, la Corona española compensó a Goyeneche con el nombramiento de Conde de Guaqui. Durante el gobierno del presidente José Manuel Pando, a través de una ley de 13 de noviembre de 1903, Guaqui fue designado como Puerto Mayor, a través de la construcción del primer puerto lacustre internacional de ultramar sobre el lago Titicaca. Además se inauguró el ferrocarril Guaqui-La Paz, con una línea a vapor de 95 kilómetros entre El Alto y el puerto. En Guaqui, los pasajeros y la carga eran trasladados en barcos desde el puerto boliviano hasta Puno, Perú, donde se tomaban trenes para viajar a Arequipa y Mollendo, en la costa del océano Pacífico.

Gracias a estos proyectos, Guaqui se transformó en una ciudad de importación y exportación de productos. La infraestructura del Estado se completó con la apertura de una oficina de Aduana y el establecimiento del Regimiento Lanza V de Caballería del Ejército de Bolivia. Durante el siglo XX, el servicio del ferrocarril cayó en desuso por la apertura de carreteras. Entre 1985 y 1986, las lluvias intensas causaron la crecida del Titicaca y sus aguas inundaron una parte de Guaqui. Por otro lado, en 1995, como parte de la capitalización de compañías estatales, la Empresa Nacional de Ferrocarriles (Enfe) fue transferida a una firma chilena, que eliminó las líneas férreas en La Paz. A partir de ese instante se dejó de escuchar el sonido de los trenes a las seis de la mañana, que era una especie de despertador para la gente que habitaba en la urbe paceña.

Después de cinco minutos de caminata desde la réplica de la locomotora Illampu hasta el puerto, el panorama sombrío de años pasados se transforma en una puerta abierta para apreciar la historia no solo de Guaqui, sino del entorno lacustre.

Nuevos bríos

A pasos de la avenida están tres galpones inmensos que formaban parte de la estación de trenes. Los rieles son testigos de aquel tiempo de gloria y desarrollo, y también de abandono. Al fondo se aprecia el cielo azul confundido con el lago. En el muelle, el buque multipropósito de la Armada Boliviana espera la llegada de visitantes. Y al frente, la exestación luce una estructura de metal, un ingreso de vidrio y a su lado una cafetería nueva. Después de 111 años de la declaratoria de Puerto Mayor, esta parte de Guaqui fue convertida en un complejo de museos. Los tres antiguos galpones fueron restaurados por dentro. Se mantienen los techos de calamina oxidados y las puertas corredizas de madera para conservar el ambiente de los años de gloria.

El Complejo Turístico Guaqui-Lago Titicaca fue desarrollado gracias al trabajo conjunto de la Gobernación de La Paz, la Alcaldía de Guaqui, el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), la Fundación Cultural Quipus y la Asociación CUNA. Después de cruzar el ingreso de vidrio y subir unas gradas de piedra, el visitante se encuentra con un lugar amplio, con pisos de madera resplandecientes y paredes en medio de las salas que dividen cada una de las muestras. En el inicio del recorrido está una maqueta del lago Titicaca Fanny Tórrez, guía local del museo —una de los diez jóvenes que brindan este servicio—, informa que el lago tiene una extensión aproximada de 8.300 metros cuadrados, 32 islas y es donde se desarrollaron varias culturas, principalmente la tiwanacota y la aymara.

Metros adelante, detrás de una pared, están las maquetas de las principales estructuras de Tiwanaku: Akapana, el templo de Kalasasaya y el Templete Semi- subterráneo, acompañadas por réplicas de vasijas con figuras antropomorfas y zoomorfas. En las paredes hay cuadros que explican cada uno de los conceptos que se muestran en el museo, como fotos e infografías. En el recorrido a través de las culturas que se asentaron en el Titicaca, Fanny muestra una choza de totora en tamaño real que representa a los urus, uno de los pueblos más antiguos del país.

El Museo de Culturas Contemporáneas contiene fotos de la parroquia Apóstol Santiago de Guaqui, que fue construida entre los años 1784 y 1788. En medio de la sala hay figuras antiguas de santos y vírgenes, una colección que nunca antes fue vista. Ahí se exponen dos imágenes del apóstol Santiago (o Tata Santiago), de San Juan Bautista, de Santiago de Moros, de la Virgen de Copacabana, dos de San Antonio de Padua y una de la Inmaculada Concepción, entre otros.

Adelante, detrás de una de las paredes, se encuentra una pintura que se mezcla en relieve con la parte trasera de un camión, donde hay sacos con alimentos. Al lado, un muñeco de tamaño natural representa a una vendedora de papas. Es una muestra de la vida cotidiana de Guaqui.Al frente, otra pintura combina con una parte de un bote, tierra y paja da la sensación de estar recorriendo el lago Titicaca. En medio del salón hay una escenificación del apthapi, una explicación del tejido en el altiplano, una simulación del puesto de venta de mesas de agradecimiento a la Pachamama, otro de una comidera y el tradicional puesto de feria, que ofrece desde crema de lechuga hasta cajas de fósforos.

En el Museo de Culturas Contemporáneas está una colección inapreciable de máscaras de morenada, diablada y kullawada donadas por la Fundación Cultural Kipus. Varios objetos fueron hechos de yeso y de madera, por lo que se puede calcular que pertenecen a inicios del siglo pasado o antes. Además se exponen trajes de morenada, diablada y ch’utas también antiguos.

En la parte final de la antigua estación se encuentran figuras en tamaño real de las danzas que se bailan en Guaqui y en toda la región altiplánica, como la llamerada, kullawada, waka tokoris, k’usillos, chunchus, mukululus, quena quena, suri sicuri y el Tata Danzanti, entre otros.

Al salir del galpón, los rieles conducen al último atractivo del complejo turístico, el Museo de Locomotoras. La antigua maestranza ahora guarda algunas locomotoras que hacían la ruta entre La Paz y Guaqui, entre las que se encuentran el Illimani, Hualaycha, Santa Fe, Huayna Potosí y Sajama.

El especialista

De aquella etapa en la que la maestranza funcionaba con 70 personas, ahora solo queda don Lucio Vargas García, un mecánico de trenes que tiene la misión de cuidar estos tesoros. “He trabajado desde mis 18 años porque mi padre me dejó a los seis años y a mi madre la atropelló un coche, de esa manera empecé aquí, en la maestranza. Comencé como limpiador de baños, después como barredor, luego como ayudante, ayudante mecánico, luego me llevaron a las grúas; he trabajado a las buenas y a las malas, pero he surgido, he llegado a ocupar el primer puesto de la grúa grande”, cuenta.

El mecánico recuerda que quedó desempleado durante el gobierno de Gonzalo Sánchez de Lozada, que prepararon dos locomotoras para la filmación de la película Los Andes no creen en Dios, de Antonio Eguino, y que en una ocasión transportó en una de las máquinas al presidente Evo Morales y al vicepresidente Álvaro García Linera.

Vargas asegura que las locomotoras, en especial el Illimani y la Hualaycha, están disponibles. “Solo es echarles combustible y listo”. Estar dentro de la maestranza y subir a los vagones negros es volver a los tiempos en que cientos de personas se transportaban de La Paz a Guaqui.

Como punto culminante de la incursión, el visitante puede entrar en la cafetería del complejo turístico, donde la Asociación CUNA capacitó a cerca de una decena de personas en historia, atención al cliente y preparación de alimentos. En este lugar también se venden tejidos, desde chompas hasta llaveros con forma de llamas. CUNA cooperó con la iluminación de la maestranza y la habilitación de la cafetería. Además, como parte de su política de revalorización cultural e integración de municipios en acciones conjuntas de de-sarrollo, la ONG impulsa el proyecto Markasataki, que ofrece recorridos turísticos a través de los municipios de Tiwanaku, Taraco y Guaqui. Dentro de los galpones se escucha el sonido del viento, que pareciera que quiere contar la historia de Guaqui, de su muelle internacional, de sus tradiciones. Esas historias y riquezas ahora están dentro de un complejo turístico, que muestra lo que el viento no puede contar.




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