miércoles, 3 de julio de 2013

Para Marquez, el placer del arte es su elección de vida



Édgar Marquez vivía en Chapare cuando tenía 10 años y con su hermano recorría el río y jugaba en la arena. Ahí formaba figuras y se empezó a interesar por el arte, aunque él todavía no lo llamaba así.

Después se vino a Santa Cruz. En el taller Sapucay aprendió un poco de serigrafía. Vivía en el Plan Tres Mil, donde estudiaba y su creatividad iba despertando, pintaba mucho.
Después de estudiar un año la carrera de Arte en la Universidad Tomás Frías de Potosí en 2001, el intenso frío lo hizo regresar a Santa Cruz. Aquí fue donde conoció a Jaime Tereba y juntos empezaron a trabajar. A través de Jaime conoció al escultor Juan Bustillos y su visión del arte cambió totalmente.

“Fue como salir de un mundo pequeño y entrar en un mundo sumamente inmenso, sentí que antes había estado perdiendo el tiempo”, explicó Édgar, que hasta ahí solo realizaba pocas esculturas, más pintaba. Pidió trabajar junto a Bustillos y no le importó dejar sus clases y su trabajo para aprender con él.

Ahí fue donde Márquez, próximo a cumplir 29 años, vio cuán amplio es el arte para poder desenlazarse de todo. “Es muy diferente estar en un taller grande donde de verdad se trabaja, a estar en la universidad que solamente genera prácticas. Esa experiencia me hizo cambiar bastante”, indicó el escultor.

En sus trabajos la figura femenina está presente. El artista admite que trata de buscar lo que es la mujer “sensible, frágil” y que siempre intenta la autenticidad en su trabajo, algo único. “Esto no es un trabajo, es un placer, es parte de mi vida. No me veo sentado frente a una computadora con el único incentivo de ganar un sueldo”, puntualizó Édgar

ÉDGAR MÁRQUEZ MASUELOS

Nació en Tomina (Chuquisaca) el 7 de julio de 1982. Sus padres son Germán Marquez y Rosalía Masuelos. Se graduó de Arte de la Uagrm. Ganó el Premio Nacional de Arte de Casa Design Center en 2012 y el segundo lugar en ese certamen este año.


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