domingo, 28 de julio de 2013

‘Emilia Galotti’ migra a La Paz



En 1772, Gotthold Ephraim Lessing —considerado, junto a Goethe y Schiller uno de los tres escritores clásicos alemanes— estrenó su obra teatral Emilia Galotti. En los cinco actos de la pieza se cuenta, sobre todo, una historia de amor: una complicada historia de amor y de muerte que involucra al príncipe Hettore Gonzaga que quiere hacer de la joven Emilia Galotti su amante y para ello complota para impedir la boda de ésta con el conde Appiani. Pero, a través de esta trama, Lessing también propone una mirada crítica y política a la sociedad de su época.

En el fondo, en la historia de Emilia Galotti se contraponen los valores de la aristocracia —encarnados en las creencias y los actos del príncipe Hettore— y los valores de la burguesía ilustrada en pleno ascenso a fines del siglo XVIII —representada por la familia de Emilia—. 241 años después, la obra de Lessing será puesta en escena en La Paz en una coproducción del Instituto Goethe y el elenco teatral Textos que Migran dirigido por Percy Jiménez.

La Emilia Galotti que subirá al escenario del Teatro Municipal Alberto Saavedra Pérez en tres funciones, del 16 al 18 de agosto, es y no es la Emilia Galotti de Lessing. Fiel al espíritu del proyecto teatral que dirige Jiménez, el texto de Lessing ha migrado en el tiempo, en el espacio, en la lengua y en sus posibilidades de significación para aterrizar en otra lengua y otro contexto: el ámbito de la ciudad de La Paz a inicios del siglo XXI.

Esa migración, como todo viaje, une dos orillas. Y en este emprendimiento, la migración de la obra de Lessing a las tablas paceñas es el resultado del intenso diálogo de los dos hombres de teatro que han asumido conjuntamente el desafío de la producción y la dirección de la obra: el alemán Tilman Raabke, director de dramaturgia del Teatro Oberhausen de Alemania, y Percy Jiménez, director de Textos que Migran de La Paz.

Clásico. Emilia Galotti es reconocida como una obra clásica en la literatura alemana. Pero, ¿qué debemos entender por clásico? Para Tilman Raabke en una obra considerada clásica confluyen varios factores.

Por un lado, una obra clásica expresa el estado de desarrollo de una literatura y, por lo tanto, de una lengua. En ese sentido, Emilia Galotti expresa la madureza de la lengua alemana a finales del siglo XVIII.

Ese desarrollo de la lengua y la literatura, además, permite a las obras encontrar su propia forma y su lugar entre las literaturas del mundo. Es decir, una obra clásica contiene rasgos que la identifican y la hacen singular.

Con Lessing, la dramaturgia alemana abandona el modelo teatral francés que había seguido hasta entonces y comienza a recorrer su propio camino.

Una obra clásica expresa también un grado de perfección; esa perfección, sin embargo —reflexiona Raabke—, no niega que la obra en cuestión sea un hecho histórico. Un clásico no es atemporal, ocurre en un momento determinado. Ocurre en su presente. Los clásicos —recuerda Raabke— no saben que son clásicos. Escriben en su presente y son vanguardistas respecto a ese presente.

Percy Jiménez, por su parte, enfatiza en otro elemento que caracteriza a los clásicos: “Yo creo —sostiene— que un clásico tiene algo más: trasciende su tiempo y trasciende su contexto. Una obra clásica, al mismo tiempo que habla de sí misma y de su contexto, habla de todos los tiempos y de todos los contextos”. Es esta característica la que permite, en definitiva, que una obra pueda migrar de un contexto a otro, como lo hará la Emilia Galotti de Lessing cuando se estrene en La Paz.

Migración. En este sentido, el proyecto teatral que dirige Jiménez ha hecho de la migración el dispositivo central de sus últimas producciones. Baste recordar la producción y puesta en escena en 2011 de Los B (Apolíticas consideraciones sobre el Nacionalismo Vol. 1), una obra basada en la novela Los Buddenbrook (1901) de Thomas Mann; y de Shakespeare de Charcas (2012), una versión de Ricardo III de William Shakespeare.

La relación entre Raabke y Jiménez —y más tarde la posibilidad de trabajar juntos— nació, precisamente, en 2011, en torno a Los B. Raabke se encontraba en La Paz dictando un taller de dramaturgia. Jiménez asistía a ese taller y simultáneamente preparaba la puesta en escena de Los B. “De día daba el taller —recuerda Raabke— pero en las noches me gustaba ver las obras o los proyectos en los que estaban trabajando los participantes. Así vi, varias veces, Los B. Me pareció muy interesante. Es la forma de teatro que a mí me gusta. Así nació nuestra amistad, pero no era sólo una simpatía personal, la simpatía tenía como base un sentido común sobre lo que es el teatro”.

“En mi formación —recuerda por su parte Jiménez— tengo una gran influencia de Teatro de los Andes. Mi primer grupo teatral, Teatro Duende, tenía una línea muy cercana a la del Teatro de los Andes. Pero cuando me fui a estudiar y trabajar a la Argentina descubrí otro teatro, un teatro que tenía que ver con el realismo. Desde entonces, con mis propios medios, yo venía intentando bucear en esa línea. Ahí fue cuando Tilman apareció en La Paz y comenzamos a dialogar”.

Un año más tarde, gracias a una beca, Jiménez viajó a Alemania. Durante su visita, por un lado, pudo ser espectador de una veintena de producciones teatrales en varias ciudades alemanas. Y, por el otro, en el Teatro Oberhausen, acompañó como pasante a Raabke en todo el proceso de producción de La tempestad de William Shakespeare. “Así —dice Raabke— Percy podía ver no sólo los resultados sino los ensayos y todo el proceso de trabajo”.

“Fue una gran experiencia —dice Jiménez—, teniendo en cuenta la gran distancia que hay no sólo de tradición teatral sino en la forma de encarar una producción. No hay forma de comparar, pero a mí esa visita me sirvió mucho porque me permitió ver una maquinaria en funcionamiento, una maquinaria, además, que funciona bien aceitada hace siglos y donde se pueden hacer proyectos a largo plazo. Aquí es impensable pensar en esos plazos. Esos tiempos denotan otra forma de concebir el teatro. Es algo que no está ni bien ni mal. Allá tienen sus propios problemas, acá tenemos los nuestros. Aquí, yo amo la urgencia que tenemos de hacer teatro y, por otro lado, amo la libertad que tenemos para hacerlo”.

El siguiente capítulo de esa relación es la producción y dirección conjunta de Emilia Galotti, en la que actualmente se encuentran trabajando intensamente con un numeroso grupo de actores —Pedro Grossman, Soledad Ardaya, Cristian Mercado, entre otros— para su estreno el 16 de agosto.

“Nuestro interés de trabajar en colaboración —recuerda Raabke— tiene como base una idea común sobre el teatro, pero lo más interesante y lo más productivo en este proceso es trabajar con las diferencias”.

Diálogo. Textos que migran de un contexto a otro y de una lengua a otra, directores de nacionalidades y tradiciones distintas trabajando con un mismo elenco de actores, diálogos que hallan su mayor productividad no sólo en los acuerdos sino sobre todo en las diferencias, todo ello permite pensar en la producción de Emilia Galotti como una experiencia singular que pronto el público podrá valorar. Michael Friedrich, director del Instituto Goethe, entidad que impulsa la coproducción de la obra, ha apostado a esta manera intercultural de producir arte.

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