domingo, 10 de junio de 2012

Ejti-León-Juan La pintora expone junto a dos reconocidos escultores en el Museo Nacional de Arte: Los filones de la situación

Que el receptor es quien en definitiva arma el mensaje, lo prueba la muestra instalada en el Museo Nacional de Arte, Ejti-León-Juan. Muy probablemente, esta reunión no obedezca más que al interés de tener juntos, en La Paz, a tres destacados creadores: una pintora y dos escultores, sin más nexos temáticos, para el caso, que su vinculación con Santa Cruz: dos viven allí y uno le rinde homenaje a la obra de aquéllos en la urbe cruceña: la Manzana 1.

Sin embargo, hay algo externo a la muestra que es capaz de sensibilizar y de ayudar a encontrar nexos internos entre las tres propuestas, que es el caso que aquí se quiere compartir.

Como espectador, uno se enfrenta a la muestra con un cúmulo de información previa, por llamarla de algún modo. Tal es la dimensión que ha adquirido la defensa/ataque del TIPNIS, que uno tendría que ser marciano en Bolivia para no tenerlo presente, aunque sea en el rincón más recóndito del cerebro. Todo eso acumulado comienza, pues, a salir ante los cuadros de Ejti Stih. La dama de los colores intensos se ha despojado de ellos para llenar espacios con el gris, el negro, el blanco. Caídos (árboles derribados en primer plano, mientras en el fondo parecen aguardar el turno los del bosque aún en pie). Ceniza, chaqueo, aserradero, acullico, colono... La naturaleza y el humano aparecen en la tela que el acrílico parece a ratos arañar más que teñir. Un humano pequeñito pero con una capacidad feroz para ir devorando bosques íntegros. Y para edificar ciudades, nunca mejor dicho, grises, que asfixian, que impiden, como sí pasa en el bosque, mirar al cielo.

El discurso de Stih está planteado. Y el espectador puede pasar a la otra sala y apreciar los toros de metal de Juan Bustillos: fuertes, mitológicos, hasta metafóricos. Pero habrá quien, como la que escribe, todavía mantiene en la retina los acrílicos y, entonces, esa naturaleza que topa, que secuestra, que recuerda que ha venido acompañando al humano desde tiempos inmemoriales, acicatea todavía más la conciencia. Mucho más cuando se sale a la calle Comercio y las enormes bestias nos hacen sentir pequeños. Aunque también, y aquí el aporte del trabajo de Bustillos, parte de esa grandeza.

Asoma entonces el trabajo en hierro de León Saavedra Geuer, con sus formas cóncavas y convexas, ahora también punzantes, afiladas, son su acabado que hace ver el metal como material etéreo, ligero. La persistencia del artista en no poner título a las obras deja a quien observa la libertad de hallarle los sentidos. Para el caso de este recorrido: Ejti-Juan-León, estas esculturas se presentan a la sensibilidad de quien las mira como cortantes, hirientes, de cuidado, nada inofensivas. Difícil hallar más fuerza en una muestra colectiva. La pregunta es: ¿Pasará lo mismo si el recorrido se hace en forma inversa? Habrá que probar.

La exposición aguarda en el museo de la calle Comercio y la plaza Murillo, hasta el 14 de junio.

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