domingo, 18 de marzo de 2012

David Mondacca

Al mencionar a este insigne personaje nuestro, cabe mencionar que tratamos con un gran actor, director, dramaturgo, titiritero y pedagogo teatral que a lo largo de su carrera se ha posicionado como uno de los hitos más grandes de la historia del teatro nacional.

Para este viernes 23 a las 19:30 horas podremos disfrutar de la puesta en escena de Aparapita, obra originada de fragmentos de la novela “Felipe Delgado” del autor Jaime Sanz cuya producción está a cargo de Claudia Andrade. La cita es en el Teatro Municipal “Alberto Saavedra Pérez” y como preludio a dicho evento, La Guía tuvo el gusto de entrevistar al protagonista.

¿Cómo defines a David Mondacca lejos de sus grandes performances en el teatro? ¿Cómo es en su día a día?

Me considero una persona con mucho humor y sobre todo me encanta reírme de mí mismo, no hay situación a la que no le saque una pizca de humor. Me apasiono por lo que hago, no dejo de asombrarme de este milagro llamado vida; aún puedo quedarme horas mirando cómo se cierra una flor al atardecer, soy tempranero y no me pierdo un amanecer…

¿Qué es lo primero que te evoca la palabra teatro?

Misterio, demiurgo, vida, rigor, éxtasis, salud, disciplina, pasión…

¿Cuándo y cuál fue tu primera aproximación con las artes? ¿Fue un libro, una obra, una película?

A mis 10 años vi una obra de títeres y quedé fascinado. Luego una historia ilustrada de los Hermanos Grimm que llegó a mis manos, “Las Habichuelas Mágicas”, durante años contaba esa historia en una versión muy propia. Recuerdo la película “Madre India”; mi identificación con el hijo malo de la historia hasta ahora me hace pensar. Derramaba lágrimas siempre que veía a ese hijo que se había convertido en bandido, caer vencido por las balas de la supuesta justicia. Cuando descubrí el teatro entendí que el arte es lo único que puede corregir la vida.

¿Cuándo irrumpe el teatro en tu vida de forma permanente? ¿Cuándo decides dedicarle una parte grande de tu vida?

Empecé a hacer teatro a los 17 años, a los 20 tuve una crisis, pero no faltó el poeta sabio que me aconsejó. Fue la única persona que reforzó mi pasión de vivir por, para y desde el teatro. A esa edad sabía que el teatro requería gente que entregara toda su vitalidad a la escena. Faltaban agallas para vivir de aquello que se profesaba, no conocía actores que vivan expresamente del oficio. Eran actores que la mayor parte de su tiempo fungían como funcionarios de alguna repartición pública y estaban muy orondos dedicando el tiempo que les sobraba al teatro. Los que vivían de la actuación estaban fuera del país, habían emigrado. Tuve la oportunidad de irme al exterior donde la profesión es respetada, pero para mí el amor a la tierra es lo primero. Cuando uno es joven tiene capacidad de riesgo… Así que volqué toda mi vitalidad a mi arte para hacer, crear y vivir el teatro en Bolivia.

¿Cuál fue la primera obra teatral en la que actuaste? ¿Destilabas nerviosismo por los poros?

Empecé barriendo el escenario del Teatro Estudio, que dirigía el Maestro Eduardo Perales. Tenía muchos problemas de voz de dicción, también falta de volumen y todo eso, luego hice utilería, luces y se me presentó la oportunidad donde solo debía gritar desaforadamente en la escena. Sufrí pánico escénico; estuve a punto de abandonar la obra, eran varios actores en “La Fábula de los Cinco Caminantes” obra cubana y la protagonizaba Freddy Amuzquivar, otro importante maestro de las tablas.

¿Qué autores, como el caso de la obra de Jaime Sáenz, has puesto en escena?

Durante dos décadas interpreté personajes clásicos del teatro universal. Luego percibí la necesidad de un teatro nacional con altura, había que mirar a nuestra patria y lo manifesté varias veces, tenemos que bolivianizar nuestro teatro, esa es la tremenda responsabilidad de la actual generación de teatristas. Es así que empecé a adaptar y reescribir para la escena, textos de gente como Germán Arauz, Adolfo Cárdenas, Víctor Hugo Viscarra, Edmundo Paz Soldán, Marcela Gutiérrez, Gladys Dávalos, Ariel Mustafá, Giovanna Rivero, Ramón Rocha Monrroy; que sin duda son los autores literarios más representativos del país.

¿Qué tipo de obras teatrales te seducen cual amor a primera vista y qué tipo de obras no te son tan placenteras de interpretar?

Estos últimos años ya no reproducimos textos teatrales, obras como tal. Hemos dado un paso importante a crear obras, dándoles dimensión escénica, a autores que te nombro por ejemplo que son narradores, cuentistas.

Me gustan las historias donde se ríe, se llora; la tragicomedia, que es la vida misma, hoy lloras y mañana te matas de risa por aquello por lo que has llorado… Las obras deben tocarte profundamente, hacer la luz en tu interior, sanarte…

No me gustan los dramas, las historias frívolas.

¿Sigues algún tipo de ceremonia cabalística antes de ingresar a escena?

Varias… todas secretas. El escenario es un espacio donde confluyen ciertas fuerzas sobre las cuales no tenemos control nuestro respeto es el modo de sentirlas y protegernos de ellas y hacerlas parte del misterio que es el teatro.

Con tu enorme experiencia ¿Cómo definirías el presente del teatro como gran arte que debe ser en un medio como el nuestro?

Va viento en popa. Mucha juventud, mucho ímpetu, lo importante es que esta gente perciba que primero debe amar a su tierra y a los suyos y que en el escenario debe hacer el milagro de revelar lo extraordinario de lo cotidiano, es casi una labor de poetas.

Como actor de teatro seguramente hay veces que toca interpretar personajes maleados, locos, con vicios, llenos de dolor, apasionados, etc. ¿Qué tipo de preparación realizas si el personaje a interpretar es notoriamente distinto a ti?

Dicen los maestros que el sufrimiento consciente es lo único que puede crear alma. Muchas veces latir bajo la piel de un personaje de estos supone una labor de entrega, casi de sacrificio. Palpitar los miedos y terrores de aquellos seres distintos, marginados o locos siempre supone un peligro es como decir: mira este dolor… puedo vivirlo, y tú ¿Puedes sentirlo?

Seguramente cuando ves una interpretación verdadera de un personaje de esta dimensión, tu visión sobre esta gente cambiará definitivamente. Te aseguro que quienes participaron y apreciaron la obra “El Santo del Cuerno” (exaltación del oficio de lustra calzados en el Alto) nunca más verán a los lustras con los ojos de antes… A algunos les habrá cambiado el mundo.

Para interpretar un personaje, lo primero es consubstanciarte con él, palpitar sus miedos, sus ansias, sus alegrías, sus miserias, sus ilusiones, lo demás vendrá por añadidura…

¿Cómo defines tu relación con el escenario?

La escena es un aquí y ahora lo ceremonial, lo ritual, lo mágico está presente. Un estado de alerta, de conciencia. El escenario es un templo, te descalzas para entrar en él, lo transitas, lo sientes, lo tocas, lo acariñas, lo domesticas, te entregas como al amor más grande y verdadero. Esta noche y cada noche vas a morir en su regazo.

¿Qué premios has ganado en teatro?

En el país,

- Tres premios, Travesí Canedo, con las obras “EUREKA”, “No le digas…” “ De madera hermano de madera”

- Dos premios Raúl Salmón de la Barra con “Atropos”

- El Kusillo del FITAZ

- El premio del Festival Internacional de Teatro de Santa Cruz

- Premio Adolfo costa du Rels de escritura dramática con

“El Santo del Cuerno”

En el exterior son cuatro premios importantes,

- Premio Siglo de Oro Español- Texas - Ciudad Juárez con “De Brujas y Alcobiteiras”

- Declaración de Embajador de los Temporales Teatrales de Puerto Montt-Chile

- Premio Galvano – Pedro de la Barra Antofagasta - Chile

- Mención especial a la mejor adaptación teatral- Mar del Plata- Argentina

Cuéntanos un poco sobre tu faceta como actor en cine puesto que has actuado en varias películas nacionales

Tuve experiencias inolvidables haciendo cine. Trabajé con Antonio Eguino y Paolo Agazzi, maestros del oficio. También con jóvenes como Mauricio Calderón, Daniel Suárez y lo más intenso lo viví al lado de Mela Márquez que plasmó en el cine el desafío de retratar la vida del máximo poeta boliviano Jaime Saénz.

Como actor ¿Es muy diferente hacer cine y teatro? ¿Dónde radica la diferencia?

En el cine el actor es un elemento más y está supeditado a la técnica, y como toda técnica hay una lógica y una frialdad en el hacer, Apolo gobierna.

En el teatro el actor lo es todo y está presente el exceso, la ebriedad, la locura y la muerte es arte efímero. No quedará nada de él, gobierna Dionisio. Y permíteme citarte una frase del Señor Jodorowzky: “…el teatro es un grito en una ciudad; el cine es un grito en el mundo…”

Aparte del teatro ¿Qué podrías aseverar que te apasiona?

Dedique más de la mitad de mi vida al teatro, pronto cumplo 40 años de actividad constante, espero hacer un preste tirando la casa por la ventana en esa fecha. Y te puedo decir que he vivido la vida de mis personajes, antes como un desafío, ahora como un placer. Me apasiona la vida y las historias que escribe la vida y esa tremenda energía que llamamos amor. Me apasiona vivir el amor en todas sus facetas.

No olvidemos que el teatro es un arte colectivo y lo más importante es el grupo humano; junto a mí hay una cantidad de personas que hacen posible materializar estos sueños… mi agradecimiento eterno para ellos!

Y para concluir quiero confesar que cada vez que entramos a escena rendimos un homenaje a los mayores, a los maestros que con cariño y paciencia nos señalaron el camino, cómo olvidar a Don Néstor Peredo, a Don Tito Landa, a Don Rodolfo Serrano, a Don Humberto Rada… siempre estaremos en deuda con ellos.

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