domingo, 8 de enero de 2012

Una muestra en el Museo Nacional de Arte permite asomarse a la sensibilidad oriental de hoy

La exposición de 11 artistas contemporáneos japoneses que se presenta en el Museo Nacional de Arte (calle Comercio y plaza Murillo) se llama Pasaje al futuro. El sugerente título, sin embargo, no propone un “ticket to ride” futurista a la sociedad supertecnologizada japonesa, sino más bien otro tipo de aventura: atravesar un pasaje, un pasadizo, para entrever, de la mano de esos artistas, una o muchas de las ideas del futuro que están en juego.

La primera sorpresa que depara la muestra es la comprobación de la distancia que separa a las preocupaciones del arte contemporáneo occidental (de cuyos ecos se nutre la mayoría del arte local) de las preocupaciones del arte contemporáneo oriental, por lo menos de las que esta muestra pone en evidencia. Esa distancia resulta estimulante. Por ejemplo, para los curadores de la exposición parece no haber conflicto entre la tradicional pintura de caballete y las formas más experimentales del arte: conviven sin contradicción. En el arte occidental, por el contrario, el principio de exclusión es dominante. Para estos artistas, por otro lado, el objeto, la materialidad del arte, sigue siendo central. Es notable, incluso en la fotografía, ese apego a las cosas, a lo concreto, a lo sensorial e inmediato. El contraste entre esta forma de asumir el arte y el llamado arte conceptual no puede ser más intenso. Hay otras diferencias: el marcado acento que ponen los artistas japoneses en el proceso de elaboración de la obra artística, en lo que uno de los curadores de la muestra denomina la artesanía.

En el campo de la pintura se destaca la simplicidad o, mejor dicho, el efecto de simplicidad que deviene de ciertas perspectivas frente al cuadro. Nobuyuki Takahashi, por ejemplo, reduce el objeto a sus líneas esenciales. En cambio, Atsushi Fukui simplifica sus paisajes restándoles profundidad. En ambos estos tratamientos intensifican su cualidad de “pintura”.

El objeto más inquietante es la Pequeña cocina japonesa de Tabaimo. Es inútil intentar describir esta mini-instalación, baste decir que en un primoroso espacio arquitectónico cotidiano (la cocina japonesa) a través de un impecable uso de la tecnología (video de animación) tiene lugar algunos extraños sucesos. En radical contraste, Yoshidiro Suda hace convivir también en un diminuto espacio dos objetos (una taza de té y una hoja tallada en madera) en una tensión (si la paradoja es soportable) zen. Hay tal pureza en esos objetos que su contemplación parecería que es parte de la obra.

Es también interesante (creo que es la palabra más adecuada) la propuesta del grupo Maywa Denki que juega a la “producción” (en el sentido industrial) de objetos que combina las formas del arte con alguna funcionalidad. O la escultura aerodinámica de Tetsuya Nakamura, que también tiene aires industriales, pero al servicio de una idea de la temporalidad.

En suma, Pasaje al futuro es una oportunidad para asomarse a otras formas (sugerentes) del arte.


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