sábado, 10 de septiembre de 2011

El Museo de Arte quedó chico

En los últimos años el municipio ha logrado establecer una serie de edificaciones que nos muestra que nuestra ciudad está avanzando por un camino correcto a nivel de infraestructura, cada día son más las avenidas, canales, escuelas y parques. Pero una carencia notoria es la infraestructura cultural. No es ningún misterio saber que una ciudad con más de un millón de habitantes necesita lugares de esparcimiento y recreación, proporcionales a su densidad demográfica.


Necesitamos lugares públicos de concentración masiva que aporten al desarrollo integral de los cruceños. De qué nos sirve tener una red de calles y avenidas bien estructurada si no existe la cultura ciudadana que permita la buena utilización de la misma; de qué nos sirven los parques sin conciencia ambiental y ecológica; y cómo es posible que el municipio invierta recursos en los premios de la Bienal de Arte y no invierta en la conservación y difusión de esas piezas de arte, que una vez premiadas pasan a ser parte de la colección de la ciudad. Fue precisamente este uno de los principales objetivos para la creación de dicha Bienal de Arte, vale decir la otorgación de premios-adquisición, para poseer como ciudad un testimonio tangible del pensar de los cruceños a través del tiempo; pero los muros de adobe, la falta de climatización y el poco espacio del Museo de Arte Contemporáneo están condenando el patrimonio artístico de la ciudad a un fin muy cercano.


Es urgente definir una política cultural municipal para proteger este patrimonio que está en constante ampliación gracias a la Bienal de Arte y donaciones privadas, hay que pensar en nuestros hermanos mayores, como Buenos Aires y San Pablo, que hace más de cien años empezaron a proteger su patrimonio artístico y hoy en día tienen colecciones valuadas en millones de dólares, que generan a su vez otros cientos de miles a través de la venta de entradas.


El Museo de Arte Contemporáneo es un centro que ha logrado administrarse contra una serie de grandes inconvenientes desde 1991. Este edificio que fue la escuela donde alguna vez cursó nuestro alcalde, que luego fue biblioteca y por último museo, no tiene las condiciones necesarias para guardar la más importante colección de arte de la ciudad.
Las pocas y pequeñas salas de exposición de este museo no permiten la permanencia de las obras de arte y esto obliga a constantes cambios para poder albergar exposiciones itinerantes o eventuales y de manera intermitente poner en exposición la colección municipal, o lo que queda de ella, pues muchas de las obras durante esos constantes movimientos han sufrido daños o sus creadores las tienen en sus casas, donde están mejor resguardadas.


Un museo con estas características, de cambio constante de muestras, supondría tener un depósito acondicionado para poder realizar estos movimientos, pero no es así, solo existen dos salitas que funcionan como depósito, que no tienen paneles de almacenaje, ni deshumificadores, ni la mínima seguridad para las obras.
Otra de las carencias de este centro es que no existe departamento de restauración, que todo museo debe tener. Tampoco un departamento pedagógico, igual de imprescindible para planificar las actividades con escuelas, universidades, instituciones públicas y hacer rotar muestras. Ni qué decir de un departamento de investigación y curaduría.
Y para colmo, con todas las limitaciones espaciales del edificio, hace unos meses se ha instalado una oficina del Departamento de Turismo, que tal vez es muy necesaria como punto de asistencia al turista, pero al mismo tiempo es perjudicial para el fin primario del edificio, que es ser museo.
Es necesario hacer un estudio para ampliar el actual Museo de Arte Contemporáneo o trasladarlo a un lugar más apropiado a las funciones con las que un museo de arte debe contar: estacionamiento, auditorio, depósitos, etc. Es muy importante que los visitantes a nuestro museo puedan ver obras como La silla, de Raquel Schwartz, que no entra en ninguna sala por sus grandes dimensiones; o el Sí Patroncito, de Roberto Unterladstaetter, que está en pésimas condiciones por su textura realizada en hojas de coca; ni qué decir del video (de la serie Hombres descabellados) de Rodrigo Bellott, que no está en permanente exposición porque no hay las condiciones técnicas para hacerlo. Podríamos mencionar más de 20 obras que brillan por su ausencia, debido a espacio, condiciones técnicas o porque están casi destruidas.


El tema es muy serio porque es patrimonio de todos los cruceños. No podemos quedarnos con las manos cruzadas mientras se esté minando este patrimonio, sería como quedarse viendo cómo se inicia el fuego en una biblioteca sin hacer nada para impedirlo. Durante mucho tiempo se puso al final de la fila lo cultural, pero hoy es tiempo de fortalecer la ciudad con centros que aporten a la mejora de la calidad de vida de los ciudadanos a través del cultivo de sus mentes.

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