domingo, 21 de agosto de 2011

El placer de ver danzar

Transmitir emociones y hacerlo con genuina entrega, pasión y dominio escénico es un don que toda y todo artista, ya sea de teatro o danza, debe cultivar, y que no todas ni todos lo logran con facilidad. Vidanza, compañía de danza contemporánea, dirigida por Silvia Fernández, en su última creación y puesta en escena, Deseo, ha logrado esta simbiosis, y el público ha sido testigo de la sinceridad de su entrega.

Deseo fue presentada en el Teatro Municipal a finales de julio, y los días pasados en el Teatro Calvert de La Paz; al que acudió, lamentablemente, un reducido número de espectadores. Digo lamentable, pues un esfuerzo de esa naturaleza y la calidad de la obra merecían incluso más días y colmada la taquilla.

Concebida en dos partes, la obra está compuesta por una sucesión de cuadros sin un orden determinado, salvo el primero que representa la creación, la vida, como resultado del deseo. Así, en una sucesión que aparentemente no tiene un orden, muestra las diferentes facetas del deseo, sus manifestaciones, sujetos y objetos, sus consecuencias y vinculaciones con los sentidos, así como su correspondencia con el placer, el dolor y con otros sentimientos. Se presenta como una suerte de torrente de cuadros e imágenes, que bien podrían funcionar también como piezas sueltas, ligadas sólo por un hilo conductor o motivo.

Varios cuadros alcanzan una calidad estética destacable, como puntos altos del conjunto de la obra, que a momentos, sin embargo, se muestra algo repetitiva. Pero gracias a la recreación de cada uno de sus intérpretes y coautores (las y los bailarines), que inscriben con un sello personal cada una de las piezas, surgen rasgos de novedad.

La música, como elemento expresivo, acompaña elocuentemente la obra. Es una selección de una calidad estética innegable de piezas de Phillip Glass, René Aubry, Tierri de Mey, H. Torgue y otros. Por su parte, el silencio y los sonidos utilizados con acierto, permitieron un disfrute adicional.

Un aspecto que enriquece la imagen de esta compañía es que se advierte la riqueza de la diversidad, una diversidad que se expresa en sus integrantes, cuyos cuerpos, estados y procedencias son también diversos, pero que en conjunto son capaces de mostrarnos un producto compacto, resultado del trabajo y la complicidad de sus integrantes, entre ellos y ellas, con su directora, y con el público.

Vidanza, con 11 años de vida, es quizá una de las mejores compañías de danza contemporánea de nuestro país, por su capacidad de ofrecer al público un lenguaje genuinamente contemporáneo en el que se advierte un trabajo de exploración, de búsquedas por lograr una suerte de emancipación de los cuerpos y la danza. Así, éstos se expresan libremente, pero dotados de un buen manejo técnico de variados orígenes y géneros (clásico, moderno, popular urbano y contemporáneo). Otras fuentes, como el teatro y la improvisación, nutren también el trabajo de este grupo.

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